22-M Después de todo ¿qué ha cambiado?

Ya tenemos nuevo panorama político tras los resultados electorales del 22-M. Un nuevo escenario que nos coloca en la línea de salida de las próximas elecciones generales. Un mapa político esquizofrénico configurado por un gobierno central de un color y un poder autonómico de otro.

Son múltiples las interpretaciones en clave política de estos resultados -reveladoras, lúcidas cuando no peculiares en muchos casos- que no dejan de ofrecernos los medios de comunicación.

Sin embargo, me resultan más interesantes las valoraciones y los análisis que en los últimos días se han compartido sobre las estrategias electorales y de comunicación que han seguido los grandes partidos políticos. También, los modelos propuestos para interpretar los resultados electorales desde otras perspectivas. Finalmente, los ejercicios y las reflexiones para determinar si el nuevo entorno que configuran los medios sociales pueden condicionar de algún modo las relaciones entre la política y la ciudadanía.

A través de estas perspectivas podemos procurar obtener algunas pistas que nos permitan acercarnos a la situación política, social y comunicativa que se configura después de los resultados electorales y determinar, si acaso, como propongo en el título de esta entrada, si algo ha cambiado.

Sobre las estrategias políticas y de comunicación que en las elecciones han seguido los dos grandes partidos, el triunfador y el derrotado finalmente, el artículo de Antonio Nuñez publicado por El País resulta bastante clarificador. Mientras que el Partido Popular ha mantenido su estrategia de principio a fin, el PSOE ha abandonado su planteamiento inicial de campaña -clave local, pefil bajo en las presencias de su líder- renunciado a su estrategia inicial y dejandose llevar, una vez más, por los temas y propuestas que las circunstancias políticas, marcadas por su oponente, han ido surgiendo a lo largo de la campaña. En definitiva, el partido socialista no ha sabido mantner su estrategia por lo que sus mensajes han sido percibidos como débiles y sus actuaciones han resultado erráticas.

También Juan Freire aporta una reflexión interesante sobre el desarrollo de la campaña, el movimiento #15M y la confusión en la utilización de los medios sociales por unos y por otros.

Las interpretaciones en clave política de los resultados electorales son inevitables en estos días. Son casi un lugar común y las hay, lógicamente, de todos los gustos y sabores. Más infrecuente es encontrar un análisis tan original como el que propone Ismael Peña-López en su blog, una interpretación cercana a lo sociológico. El panorama, según este modelo, estaría cofigurado en torno a dos ejes, por un lado el modo de entender la acción política, por el otro el grado de información de los ciudadanos-electores. Más que recomendable.

Por su parte, Irene Lozano se preguntaba también en El País quién administra la indignación.

A mi modo de ver, se trata de un movimiento generacional que alcanza principalmente a quienes nacieron a partir de los años ochenta. Unas generaciones que han crecido en la sociedad del bienestar, que se han educado en un clima de permisividad ajena a los prejuicios y sombras de otras generaciones, pero que también han mamado todas las contradicciones de un sistema que ha oscilado entre la opulencia y  la precariedad, asistiendo a todo ello desde la distancia  y el descreimiento.

La identificación y las simpatías que ha generado, al menos aparentemente, este movimiento tienen que ver con la espontaneidad de sus actuaciones, con el idealismo de sus propuestas, con su capacidad organizativa ajena a las jerarquizaciones y, sobre todo, por la utilización de dos de los principios de la cultura de la web social: la inteligencia colectiva y la arquitectura de la participación.

Quizás por ello los efectos del movimiento sobre la realidad política puedan considerarse insignificantes o, al menos, poco relevantes a pesar del llamdo voto del inconformismo. Lo digo porque, efectivamente, parece haber diferentes planos entre lo que se podría entender como un ejercicio responsable de la ciudadanía y la realidad política, cristalizando en la aceptación de una forma de representación dual de la sociedad: los favorecidos y sus burocracias por un lado, y los social y económicamente desfavorecidos por el otro.

Por eso me ha interesado el post de Jose Luis Rodriguez en  #TcBlog, que sitúa estos movimientos surgidos en los medios sociales en el ámbito de la ciudadanía digital y que los valora y contextualiza en el marco de su deseable maduración para avanzar hacia la  democracia,  2.0 claro.

Ha cambiado algo, entonces? Pues seguramente, sí.

Quizás haya cambiado la frivolidad por parte de las formaciones políticas en la adopción de formas de comunicación que les resultan ajenas y cuya apropiación formal no sólo no ofrece resultados sino que, al contrario, pueden ser contraproducente.

Ha cambiado posiblemente la mirada de muchos ciudadanos hacia la consistencia de las propuestas programáticas de los partidos y, sobre todo, de sus actuaciones y de su acción política y sus consecuencias en los resultados electorales. Los electores, los votantes, parten de posiciones preconcebidas construidas a lo largo del período previos a las citas electorales.

Finalmente, ha cambiado de algún modo la manera de entender el activismo ciudadano emergiendo nuevas formas de movilización y de sintonía con la sociedad que, con independencia de su efectividad inmediata, puede constituir un germen esperanzador para las generaciones que lo están protagonizando.

22-M, ahora a votar

La semana que está a punto de terminar con las elecciones de mañana ha sido movida. Lo que se esperaba como una recta final de campaña tediosa y ajustada a los manuales de marketing electoral, se ha convertido gracias al movimiento 15-M en una semana en principio convulsa y luego animada en la que se ha cuestionado la esencia formal de un modelo político y social que resulta insuficiente e insatisfactorio para miles de ciudadanos.

A lo largo de la semana la revuelta cívica que ha extendido la etiqueta #democraciarealya ha cuajado en acampadas y movilizaciones de miles de personas en ciudades de toda España dando lugar a una nueva forma de movilizarse, de plantar cara,  de ofrecer respuestas y alternativas  a los problemas sociales de la inmensa mayoría de la gente.

AcampadaSo

El debate se ha animado.  El seguimiento informativo por parte de los medios de comunicación también ha tenido que adaptarse a las circunstancias, destacando el papel de un nuevo tipo de medios, ajenos a las empresas informativas tradicionales. Lo uno y lo otro, la revuelta cívica y el papel desarrollado por estos medios, no puede ser más saludable en términos democráticos.

Sin embargo, el entramado institucional de la democracia se ha revuleto ante la revuelta. Las Juntas electorales han cumplido con su papel al servicio del orden establecido. Los partidos políticos se han movido inquietos ante los movimientos. Los grandes medios de comunicación convencionales han informado con incomodidad y desconfianza ante el cuestionamiento de su papel por parte de los rebeldes acampados.

Al menos se ha animado el debate sobre la participación en las elecciones. Antes del 15M, era evidente la desafección de los ciudadanos   hacia un modelo de participación que se limita a las citas electorales periódicas. Seis días después, parece claro que es necesario reanimar la democracia, convertirla en algo más que votar cada cuatro años. Pero, también se ha suscitado la conveniencia o no de acudir a las urnas en esta cita electoral. Ha corrido la información sobre lo que supone no votar, hacerlo en blanco. Y se ha discutido en las acampadas y en las calles la oportunidad de hacerlo o de no hacerlo.

Yo lo haré. Confieso que tras las decisiones de las juntas electorales me surgieron muchas dudas. Ante actitudes como esas es muy difícl participar en este juego, mirar para otro lado sin asquearse de las decisiones de los instrumentos del poder, enfrentadas a la realidad más evidente.

Durante estos últimos días hemos podido asistir a la ceremonia de los posicionamientos de las diferentes formaciones políticas y de los medios de comunicación ante la rebelión de la ciudadanía en torno a #democraciarealya. Y no hace falta ningúna capacidad analítica especial para comprobar qué formaciones, qué líderes políticos, qué medios de comunicación han rechazado frontalmente a los acampados y sus propuestas, en definitiva quiénes han alentado el cumplimiento de la legalidad y el desalojo en defensa de su democracia (mejor no buscar la paradoja y no ahondar en el pedigree democrático de los partidarios del desalojo).

Otras formaciones han procurado acercarse a las bases del movimiento, identificándose con sus planteamientos y propuestas. Otras han manifestado ciert0 respeto, sensibilidad, la comprensión de los mayores. Por fin, no han sido pocas las organizaciones que han mantenido un silencio culpable.

El Roto

En cualquier caso, es complicado el papel de estos partidos políticos porque lo que se propone desde el movimiento #15M es un cambio en el marco conceptual. Es otro modo de organizarse. Otra manera de hacer las cosas que colisiona frontalmente con la esencia de las organizaciones e instituciones tradicionales.

Ante este panorama, si se decide votar, la decisión de a quién hacerlo no es fácil. De manera general, las respuestas desde las opciones políticas no difieren y en sus programas y en las actuaciones que han llevado a cabo está implícita la  aceptación de su sometimiento a una lógica ajena a los intereses de las personas, como mantenía el profesor Manuel Cruz en este artículo.

Sin embargo, el espacio para la decisión quizás pueda encontrarse en la actitud que los diferentes partidos han mantenido ante las movilizaciones del #15M y #democraciarealya. Quiénes se han puesto en frente y quiénes han procurado escuchar desde la distancia.

Estas actitudes pueden ser una buena pista que permita descubrir algún resquicio por el que colar el aire fresco y renovado de cientos de miles de ciudadanos que quieren otros pueblos, otras ciudadades, otros países, otro mundo que gire en torno a las personas y no al de los intereses de los mercados.

El deseo, y ojalá la realidad, es que el 23-M ya nada siga siendo igual.

22-M. Estrategias electorales (III). Elecciones 2.0

Miles de personas se manifestaban el 15 de mayo en 50 ciudades españolas para expresar su indignación ante la actual situación política, económica y social y protestar así, en la calle, contra el mercado y el sistema político.

LLamados a la revuelta a través de las redes y medios sociales desde la iniciativa Democracia Real Ya, las convocatorias apenas merecieron atención por parte de los grandes medios convencionales que, finalmente, dada la importancia de la respuesta obtenida, se han hecho eco ampliamente de las movilizaciones.

15 M en Madrid

Esta reacción de miles de ciudadanos a siete días de la celebración de las elecciones locales y autonómicas, pone en cuestión un sistema político y social estrecho e inadecuado, insuficiente para dar cabida a los intereses y necesidades de la inmensa mayoría, de una ciudadanía indignada que quiere soluciones que no pasen necesariamente por reclamarles sacrificios y por recortes en los gastos sociales. En definitiva, un modelo que aliente su participación en la vida pública más allá de las elecciones.

Esta rebelión cívica, posiblemente más simbólica que efectiva todavía, cuestiona la legitimidad y la vigencia del entramado institucional del sistema democrático y, particularmente, de la democracia en nuestro país; una democracia anómala, deudora de sus orígenes. Dentro de este entramado, los medios de comunicación tradicionales, especialmente los integrados en corporaciones mediáticas, son cuestionados sin fisuras por su  posición relevante en el engranaje del sistema político y económico de mercado. Los medios de comunicación, a través de las empresas informativas que los explotan comercialmente, han sido y son uno de los principales instrumentos al servicio de la preservación del poder institucionalizado. Las empresas informativas han diluido la función social de los medios en el marasmo de sus cuentas de resultados y han fagocitado a la profesión periodística, su importancia y su valor para el desarrollo de una sociedad democrática.

Mientras tanto, en la campaña electoral que se desarrolla durante estos días cara a las elecciones locales y autonómicas del próximo 22 de mayo, estamos asistiendo a la adopción de elementos estéticos, discursivos e instrumentales que pretenden acercarse al fenómeno del 2.0.

La publicidad comercial siempre ha tenido una especial habilidad para incorporar en sus mensajes y propuestas persuasivas, elementos. detalles y guiños de los temas de moda, de los asuntos y tendencias que pueden resultar más atractivos en cada momento para sus públicos. Por su parte, los políticos y sus organizaciones, sobre todo cuando hay elecciones, no dudan en utilizar cualquier tema, asunto o discurso que pueda contribuir a perfilar su imagen con notas de modernidad, actualidad, corrección, con lo más cool. Se trata de proyectar una imagen cercana y próxima a los ciudadanos y a la sociedad, alejada de la distancia insalvable que, en realidad, inevitablemente les separa de ellos.

La colaboración entre agencias de publicidad y organizaciones políticas, esa mezcla de habilidad y oportunismo, ha dado como resultado la utilización banal y abusiva en ocasiones del término 2.0: políticos 2.0, partidos 2.0, campañas 2.0…, dando lugar a más de un oxímoron imposible. Al final, se trata de una parodia de lo que es o puede ser la cultura 2.0. Una utilización únicamente instrumental y marketiniana que se queda en los alrededores de la nada.

La eclosión en los últimos años de las redes sociales ha propiciado que, de forma generalizada, las organizaciones que concurren a estas elecciones hayan abierto perfiles y páginas en los principales sitios, principalmente con objetivos de comunicación, como canales de comunicación complementarios. Según un estudio elaborado por la agencia de relaciones públicas Ketchum Pleon, el 83% de los candidatos a presidir comunidades autónomas está presente en Facebook y el 58% tiene cuenta en Twitter.  Según se dice en el estudio, los propios candidatos, o sus equipos, se encargan de su actualización. Casi 200.000 ciudadanos son «amigos» de algún candidato (147.000 en Facebook y 47.000 en Twitter), según el mismo estudio. El PP tiene más seguidores que el PSOE (137.000 frente a 43.000). Esperanza Aguirre, Tomás Gómez y Luisa Fernanda Rudi figuran entre los que más fans suman, si bien es el lehendakari Patxi López (que no concurre en estas elecciones) quien más éxito alcanza en las redes sociales, con 115.000 «amigos».

Otras formaciones han ido más allá, integrándose en el propio fenómeno, es el caso de Ciudadanos, que dicen hacer ‘Política 2.0, o de UPyD, que basa su campaña en pequeños actos electorales, en la calle en muchos casos, llevando a cabo una suerte de street marketing o marketing de guerrilla que se apoya en la utilización intensiva de las redes sociales.

Prácticamente todos los partidos han recurrido en alguna de sus piezas de campaña a términos propios de la web 2.o , e incluso a signos de la twittergrafía (#votoutil); utilizando nubes de tags, como Rita Barberá. La presidenta madrileña alardea de ser una de las políticas con más seguidores en Twitter y de llevar más de tres años manteniendo su perfil en este servicio de microblogging. Jaime Lissavetzsky, pone por delante su grado de doctor en Químicas para afirmar que no tendría ninguna dificultad de participar en un debate en las redes sociales. Izquierda Unida, da cuenta en su perfil de Twitter de las presencias y declaraciones de ‘Cayo’ y también de ‘Gaspar’ en menor medida.

Esperanza Aguirre, día de internet

De uno u otro modo, unos y otros, los que confían en mantenerse y los que aspiran a ocupar el poder local o autonómico, se han apuntado cuando menos a la estética y a la jerga del 2.0 buscando rentabilizar de alguna manera su presencia en las redes sociales. Lo que resulta más dudoso es si detrás de esta presencia electoral activa hay una estrategia definida que sitúe, por ejemplo, a los determinados públicos a alcanzar o, por el contrario, es más una cuestión ‘de bulto’, de estar ahí porque toca.

En cualquier caso, las organizaciones políticas, los profesionales de esto y los guruses se han aprestado a elaborar guias y manuales, decálogos y consejos con el objetivo de que los candidatos y candidatas puedan moverse con soltura por el proceloso tejido de las redes sociales. Quienes saben de esto coinciden en que se trata de herramientas que no son aptas para políticos oportunistas. Que, al fin y al cabo, estar de ese modo en las redes sociales, sin contar con unos objetivos y una estrategia bien definida y sin compartir su filosofía, sus modos de hacer, es desaprovechar el potencial de relación y de proximidad que ofrecen.  Que, en definitiva, como para cualquier otra organización, el hecho de disponer de perfiles y páginas en sitios de redes sociales y actualizarlos no convierte automáticamente en una organización 2.o. Los requerimientos son otros, y ahí está la dificultad.

Quizás por eso, convenga destacar otros comportamientos  más comprometidos y honestos en cuanto a la utilización de las redes sociales para hacer política. Menos oportunistas, como el que desarrolla el Alcalde de Jun a través de su perfil en Twitter.

Esta utilización de las redes sociales como instrumentos de propaganda, como sustitutos de los planfletos electorales, tiene como consecuencia el escaso atractivo y efectividad de los debates que en estos medios se han organizado; también la falta de credibilidad por su utilización ventajista  por parte de algunas formaciones y, finalmente, el desorden y el escaso interés de las controversias y polémicas que entre las propias formaciones han podido tener lugar en Twitter o en Facebook.

Sin embargo, a pesar de la adopción del maquillaje 2.0, son escasas las formaciones que en sus programas y en sus propuestas hablen de e-administración, de una relación más cercana y sencilla con los ciudadanos para superar el marasmo de trámites burocráticos de las adminsitraciones públicas aprovechando las opotunidades que ofrecen las tecnologías. En su defecto, lo cuenta el gobierno.

Empezando por ahí, se pondrían las bases de las elecciones 2.0. Y desde luego, si se pudiera hablar de política 2.0 la encontraríamos en las acampadas que desde el día 15 llevan realizándose en diversos lugares de nuestro país.