La semana que está a punto de terminar con las elecciones de mañana ha sido movida. Lo que se esperaba como una recta final de campaña tediosa y ajustada a los manuales de marketing electoral, se ha convertido gracias al movimiento 15-M en una semana en principio convulsa y luego animada en la que se ha cuestionado la esencia formal de un modelo político y social que resulta insuficiente e insatisfactorio para miles de ciudadanos.
A lo largo de la semana la revuelta cívica que ha extendido la etiqueta #democraciarealya ha cuajado en acampadas y movilizaciones de miles de personas en ciudades de toda España dando lugar a una nueva forma de movilizarse, de plantar cara, de ofrecer respuestas y alternativas a los problemas sociales de la inmensa mayoría de la gente.
El debate se ha animado. El seguimiento informativo por parte de los medios de comunicación también ha tenido que adaptarse a las circunstancias, destacando el papel de un nuevo tipo de medios, ajenos a las empresas informativas tradicionales. Lo uno y lo otro, la revuelta cívica y el papel desarrollado por estos medios, no puede ser más saludable en términos democráticos.
Sin embargo, el entramado institucional de la democracia se ha revuleto ante la revuelta. Las Juntas electorales han cumplido con su papel al servicio del orden establecido. Los partidos políticos se han movido inquietos ante los movimientos. Los grandes medios de comunicación convencionales han informado con incomodidad y desconfianza ante el cuestionamiento de su papel por parte de los rebeldes acampados.
Al menos se ha animado el debate sobre la participación en las elecciones. Antes del 15M, era evidente la desafección de los ciudadanos hacia un modelo de participación que se limita a las citas electorales periódicas. Seis días después, parece claro que es necesario reanimar la democracia, convertirla en algo más que votar cada cuatro años. Pero, también se ha suscitado la conveniencia o no de acudir a las urnas en esta cita electoral. Ha corrido la información sobre lo que supone no votar, hacerlo en blanco. Y se ha discutido en las acampadas y en las calles la oportunidad de hacerlo o de no hacerlo.
Yo lo haré. Confieso que tras las decisiones de las juntas electorales me surgieron muchas dudas. Ante actitudes como esas es muy difícl participar en este juego, mirar para otro lado sin asquearse de las decisiones de los instrumentos del poder, enfrentadas a la realidad más evidente.
Durante estos últimos días hemos podido asistir a la ceremonia de los posicionamientos de las diferentes formaciones políticas y de los medios de comunicación ante la rebelión de la ciudadanía en torno a #democraciarealya. Y no hace falta ningúna capacidad analítica especial para comprobar qué formaciones, qué líderes políticos, qué medios de comunicación han rechazado frontalmente a los acampados y sus propuestas, en definitiva quiénes han alentado el cumplimiento de la legalidad y el desalojo en defensa de su democracia (mejor no buscar la paradoja y no ahondar en el pedigree democrático de los partidarios del desalojo).
Otras formaciones han procurado acercarse a las bases del movimiento, identificándose con sus planteamientos y propuestas. Otras han manifestado ciert0 respeto, sensibilidad, la comprensión de los mayores. Por fin, no han sido pocas las organizaciones que han mantenido un silencio culpable.
En cualquier caso, es complicado el papel de estos partidos políticos porque lo que se propone desde el movimiento #15M es un cambio en el marco conceptual. Es otro modo de organizarse. Otra manera de hacer las cosas que colisiona frontalmente con la esencia de las organizaciones e instituciones tradicionales.
Ante este panorama, si se decide votar, la decisión de a quién hacerlo no es fácil. De manera general, las respuestas desde las opciones políticas no difieren y en sus programas y en las actuaciones que han llevado a cabo está implícita la aceptación de su sometimiento a una lógica ajena a los intereses de las personas, como mantenía el profesor Manuel Cruz en este artículo.
Sin embargo, el espacio para la decisión quizás pueda encontrarse en la actitud que los diferentes partidos han mantenido ante las movilizaciones del #15M y #democraciarealya. Quiénes se han puesto en frente y quiénes han procurado escuchar desde la distancia.
Estas actitudes pueden ser una buena pista que permita descubrir algún resquicio por el que colar el aire fresco y renovado de cientos de miles de ciudadanos que quieren otros pueblos, otras ciudadades, otros países, otro mundo que gire en torno a las personas y no al de los intereses de los mercados.
El deseo, y ojalá la realidad, es que el 23-M ya nada siga siendo igual.