Se acabó el Tour, se va agotando el efecto ‘las cervezas son para el verano‘ que anticipa e idealiza nuestras posibilidades de disfrute vacacional y en éstas, el presidente del Gobierno de España considera oportuno comparecer en sede parlamentaria el primer día de agosto para explicar diversas cuestiones de interés, entre otras las referidas a la ‘falsa alarma social’ que los dirigentes de su partido entienden que se está intentando provocar con el presunto ‘Caso Bárcenas’.
La noche anterior me acosté con la palabra en la cabeza; es que me lo temía. Y cuando me levanté, efectivamente, estaba ahí: indecencia.
indecencia
1. impureza, inmoralidad, deshonestidad, desvergüenza, obscenidad, procacidad, grosería, porquería. | Antónimos: moralidad
2. canallada, cerdada, guarrada, cochinada, jugada, putada. | Antónimos: delicadeza
Diccionario de sinónimos y antónimos © 2005 Espasa-Calpe
La decisión de comparecer ‘a iniciativa propia’ ya anunciaba la desvergüenza de las intenciones del presidente y de su grupo parlamentario, pretendiendo obviar una situación que escandaliza a cualquier ciudadano mínimamente razonable de aquí, y a cualquiera — aunque tenga una capacidad de discernimiento limitada– de cualquier país europeo, americano o africano.
Una respuesta indecente
Las intervenciones del presidente, tanto la inicial como las que correspondieron a sus réplicas, fueron un ejemplo de inmoralidad: declaró que se había equivocado, esperando la absolución de los ciudadanos después de ese acto de reconocimiento y supuesta contrición, como si se confesara con su cura párroco. Me equivoqué, ya está. Y qué?. [Ventajas de ser católico practicante].

En el caso de que fuera cierto, que sabemos que no lo es, una equivocación de esta magnitud medida en los millones de euros que ha supuesto, reclamaría algo más que palabras. Las decisiones públicas equivocadas no pueden tener coste cero, como si no fuera con los dirigentes políticos asumir las graves consecuencias de sus malas decisiones.
Resultaron obscenos cualquiera de sus argumentos o porquerías: desde aquellos que se referían al avance por la senda de la recuperación económica gracias al proceso reformista emprendido y la renovada confianza de los mercados en la economía española, hasta el anuncio de un nuevo dato positivo de empleo, demostrando la eficacia de la reforma laboral encomendada a la virgen de Fátima. Unos resultados que dejan la cifra de paro sólo con 600 mil parados más de los que había en noviembre de 2011, cuando el Partido Popular se hizo con el poder (político).
Fueron groseras sus citas, un ejercicio infantil de asesores y fontaneros pretendiendo situar el debate en el terreno de los gabinetes. A ver quién es más listo, más ingenioso, quién se documenta y maneja mejor las fuentes. A ver a quién sacamos los colores, como si el jueguecito importara o hiciera gracia a alguien que no sean sus iguales, sus militantes, adeptos o acólitos.
Finalmente, también hubo espacio para que el presidente demostrara su deshonestidad.
Se cobran sobresueldos y complementos, claro que sí; razonables y justificados por las responsabilidades orgánicas y políticas ejercidas; se ha tenido acceso a créditos sin intereses, se compensan económicamente pérdidas de beneficios de actividades privadas… Y qué; todos lo hacen.
Por qué no, también, en este tiempo de espanto en el que la crisis se desvela como un eficaz instrumento del capitalismo.
Y qué, si a los ciudadanos se les despoja de sus empleos y se les cercenan sus derechos.
Por qué no en estos tiempos infames donde las maquinarias del poder se empeñan en propagar la especie de que no es posible una educación pública de calidad. Menos aún, una asistencia sanitaria digna y universal; imposible de todo punto atender la dependencia, condenando a un dolor adulto a las familias más frágiles.
Qué mas da si en este tiempo terrible se cava la tumba de la prosperidad del futuro, abandonando proyectos científicos y políticas de investigación, arrinconando a las universidades públicas.

Qué importa, si en este tiempo oscuro se quiere robarnos, también, los sueños que nos regalan el cine, el teatro, los libros, las iniciativas culturales.
Para completar este recorrido por la indecencia, al presidente le faltaba acudir a la procacidad. Y a ella recurrió para escupir las miserias de los demás y así justificar las suyas. Acusó a los que se le oponen de socavar la imagen de España y de tirar por tierra el prestigio ganado al anunciar una posible moción de censura. Eso no se hace, seamos patriotas. Amigos y ciudadanos, mejor calladitos, que perjudicamos nuestra imagen.
Pero qué imagen de España
Quizás a la que contribuye la monarquía representada por un rey medieval que en sus viajes de negocios reclama a otros monarcas medievales gestos generosos para sus súbditos que se concretan en indultos a pederestas convictos. Un rey caduco y anacrónico incapaz de reclamar el respeto a los derechos humanos al monarca amigo, al sátrapa que condena al pueblo saharaui a refugiarse en el infierno de la hammada argelina.
Eso es España, y esa su imagen proyectada, que no necesita polémicas internas para resultar tan penosa como lo es.
Pero faltaba hacer el resumen, poner el colofón. Y ahí estaba el portavoz popular, Alfonso Alonso, que lo hizo y a la vez, pareció reclamar su sobre-sueldo. Son asuntos de familia, vino a decir y las familias (políticas) no estamos para tirar cohetes, ¿verdad colegas?
En el polo opuesto de la indecencia están la moralidad y la delicadeza, que no aparecieron por ningún lugar a lo largo de la comparecencia, a pesar de los vanos intentos de los representantes de la Izquierda Plural y de otras fuerzas minoritarias.
Cuándo nos atreveremos no sólo a reclamarlas, sino a imponerlas. Cuándo.
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