Un año más, Vacaciones en paz

Se dice que la solidaridad es la ternura de los pueblos y, en este caso, es así sin ningún lugar a dudas. Las madres, los padres, los hermanos, las hermanas, las familias integran a los niños y niñas en su entorno en condiciones de normalidad y se ocupan fundamentalmente de sus revisiones médicas, atendiendo a sus posibles problemas de salud y, sobre todo, a facilitarles una alimentación adecuada que compense la insuficiente dieta a que están acostumbrados. Un tercio de los niños y niñas que vive en los campamentos sufre desnutrición crónica, según estimaciones del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Un año más cientos de niños y niñas saharauis llegan a Andalucía y a otros lugares de España para ser acogidos durante dos meses por otras tantas familias que, de este modo, logran rescatarlos de las duras condiciones de vida que soportan en los campos de refugiados del desierto argelino en la provincia de Tinduf.

Son sus vacaciones en paz. Un proyecto humanitario puesto en marcha por las Asociaciones de amistad con el pueblo saharaui en colaboración con la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) que pretendía, inicialmente, alejarlos del conflicto armado que mantuvieron hasta 1991 con Marruecos, que invadió y ocupó el Sahara Occidental en 1975.

Un año más, Vaciones en pazHoy, cuarenta años después, se trata, sobre todo, de acogerles durante el verano para que puedan disfrutar aunque sea provisionalmente de unas condiciones de vida mínimamente dignas. De esto se ocupan aquí, en Motril y en su comarca, las más de cincuenta familias que durante los últimos años procuran hacer felices a estos niños y niñas.

Después de 24 horas de viaje, primero en camiones por el desierto hasta Tinduf, luego  en avión desde Argelia a Málaga para llegar en autobuses hasta Granada y, nuevamente, en buses arribar a su lugar de destino en Motril, Salobreña, Molvízar, Torrenueva, Carchuna y Calahonda.

Continuar leyendo «Un año más, Vacaciones en paz»

35 años de prudencia española en El Sáhara

Después del desmantelamiento por la fuerza del campamento de Gdeim Izik, El Aaiun es una ciudad hermética, caótica y cerrada. Un lugar tomado por la policiía y por el ejército, ocupado por la represión que alimenta la mezquindad de los súbditos del joven rey que se dedican a perseguir y a saquear al pueblo saharaui. Un lugar cerrado para los medios de comunicación y las organizaciones internacionales por motivos de seguridad nacional donde hay muertos, heridos, detenidos, desparecidos… devastación en fin. Después de la ocupación y la masacre, comienza la limpieza étnica.

"Marruecos desmantela campamento"
El campamento saharaui arrasado por las fuerzas marroquíes

A pesar de todo ello, a pesar de la contestación social, de la indignación y de la vergüenza que tantos ciudadanos sienten, el gobierno de España desde ‘una actitud responsable, prudente y correcta’ lamenta pero no condena la actuación de Marruecos en el Sahara. Intereses de España, dicen; intereses de la Unión Europea con su socio preferente.

Cómo no sentir asco y vergüenza. Cómo admitir que haya intereses que sobrepasen los de los ciudadanos, los derechos humanos. Cómo aceptar los argumentos que, reconociendo la injustcia de la masacre humanitaria que está padeciendo el pueblo saharaui, defienden la inevitabilidad de la situación por  intereses comerciales, políticos o geoestratégicos. Difícilmente, verdad.

Quizás por ello, en la manifestación del día 13 en Madrid en la que decenas de miles de ciudadanos han apoyado al pueblo saharaui, muchos de sus jóvenes han desbordado la cabecera insititucional para adelantarse gritando ¡Queremos guerra! Como ayer en Tinduf (Argelia), donde cientos de saharauis pedían al Frente Polisario volver a las armas, al lenguaje del fuego y el hierro que practica Marruecos.

Manifestación en Madrid
Decenas de miles de manifestantes en Madrid contra la ocupación marroquí

La verdad es que este deseo no resulta extraño dado que la vía negociadora ya no parece tener más recorrido y prolongar la negociación es prolongar la agonía del pueblo saharaui.

Sin embargo, queda la esperanza: siempre que se lucha hay una posibilidad de victoria.