Las campañas electorales son cada vez más cortas, bueno, sólo formalmente. En realidad para casi todos los partidos la campaña electoral empieza el día siguiente en el que pierden las elecciones.
Es habitual que las formaciones con buenas expectativas y con posibilidades de éxito entiendan y planteen cualquier cita electoral en clave de elecciones generales. El partido o los partidos que gobiernan las instituciones que toca renovar, sobre todo si los resultados que se anuncian no son favorables, corren el riesgo de perder el paso, viéndose abocados a compartir esta clave.
Como habitualmente es cosa de dos, las estrategias de estas formaciones se llevarán a cabo a través de mensajes categóricos, rotundos, cerrados, unidireccionales. Sin réplicas, sin preguntas, evitando los espacios para la duda. No se trata de presentar ni discutir propuestas. Menos aún de explicar a los ciudadanos ni de convencerlos de la bondad de nuestros proyectos. Tampoco de debatir con los otros contendientes. Por eso, no gustan los debates.
Nada que ver con la participación, la conversación, el diálogo, la comunicación en dos direcciones, en fin, con la política 2.0 a la que tan pomposamente se apuntan casi todos los partidos de uno u otro modo .

Pretender alcanzar y movilizar a 35.381.270 electores no es fácil. La oferta en las 14 elecciones autonómicas está integrada por 486 listas con 11.102 candidatos. En las elecciones locales, el número de listas con candidaturas a las diferentes corporaciones es más elevado. Sólo En Madrid 2287 concejales en juego
Para los grandes partidos, las encuestas electorales y las expectativas de voto van a matizar, de algún modo, esas estrategias y, por lo tanto, el diseño y el desarrollo de sus campañas.
Como todo, la crisis económica condiciona estas estrategias y las campañas diseñadas por todos los partidos para sus candidatos. Por un lado, porque ha resultado inevitable reducir considerablemente los presupuestos para propaganda y para actos electorales. Por otro, por la recurrencia al discurso sobre la responsabilidad y consecuencias de la gran recesión ésta de la que no salimos.
Para los comicios municipales y autonómicos del 22-M los partidos se gastarán en sus planes de medios entre 25 y 30 millones de euros en dos semanas. El reparto no es, evidentemente, equitativo. Los dos grandes (PP y PSOE) destinan unos 3,5 millones cada uno, mientras que formaciones como IU o UPyD rondan 1,5 millones, según los cálculos de la agencia Arena Media. La mayor parte del presupuesto corresponde a publicidad exterior y en un segundo escalón aparece la prensa y la radio. Internet, más atrás.
La menor inversión en propaganda electoral se nota en el paisaje urbano que, por primera vez en muchos años electorales, no se ve saturado de banderolas y carteles con rostros sonrientes o reflexivos, con mensajes pretendidamente audaces. Y también en los medios, donde la presencia de cuñas, spots e inserciones se ha reducido considerablemente.
Al final, también se trata de hacer de este gasto una inversión y recuperar, en la medida de lo posible, parte de estos presupuestos. Las formaciones que se presentan a las elecciones municipales recibirán 276,86 euros por concejal y 55 céntimos por voto
La estrategia de comunicación se desorrallará, por tanto, en torno a dos actividades centrales: a través de la publicidad pagada en las calles y en los medios de comunicación para difundir los mensajes centrales (carteles, vallas, spots, cuñas, originales para prensa, papelería) y, por otro lado, en mítines y actos de campaña como altavoces de discursos, promesas y controversias, con la principal finalidad de que sean recogidos por los grandes medios, sobre todo la televisión pero también la prensa escrita en sus suplementos de campaña.
Estos mensajes se adaptarán para las candidaturas a pueblos, ciudades y comunidades autónomas y se desarrollará, en algunos casos con otros mensajes accesorios que tendrán la principal utilidad de dar color a la campaña en sus ámbitos respectivos y, sobre todo, contribuir a la parafernalia electoral. Si bien es verdad que cada escenario requiere su puesta en escena y muchas campañas pueden abandonar este tono formal, equilibrado y adoptar formas propias de la publicidad de tono excluyente
De este modo, fijados los mensajes centrales de campaña (ideológicos, equilibrados, argumentativos, más concretos cuando se refieran a las municipales), la batalla se dará fundamentalmente a través de la repercusión mediática de los mítines y actos de campaña, donde a través de los discursos de candidatos y de los principales líderes se procurará construir un relato desgarrado, maniqueo, cuando no ofensivo en defensa de nuestras posiciones, descalificando a nuestros competidores.
Para llevar a cabo esta estrategia se necesita un modelo de información política, electoral, a medida de los grandes partidos. Un modelo que los profesionales de la información consideran un intento de manipulación y de presión sobre el trabajo de los periodistas. Por otra parte también será necesario sacar del armario de los consejos de administración y de la moqueta de auditorios exclusivos a sus referentes históricos, a los expresidentes, oráculos de su intrahistoria, para que enfaticen los discursos esenciales de sus partidos y la defensa de sus posiciones.
La campaña audiovisual, integrada por los spots para televisión e internet y las diferentes piezas sobre temas diversos, normalmente para alimentar la controversia, funcionan como complementos de esta estrategia
En cualquier caso, es difícil determinar la influencia real de las campañas. Parece haber coincidencia en que ayudan a arañar un pequeño porcentaje de votos que nunca son desdeñables, sobre todo cuando los comicios se presentan extremadamente ajustados. En estos casos, un 1% o un 2% de las papeletas puede determinar la victoria o la derrota.
Quizás por eso, las campañas para todos los candidatos y para sus organizaciones sean frenéticas. Cada uno a lo suyo. El Partido Popular llevando a sus últimas consecuencias el mantra de las elecciones anticipadas y la estrategia del ‘cuanto peor mejor’. El PSOE, volviendo a los clásicos, alertando sobre los riesgos del Estado de bienestar en el caso de la llegada de los populares. Izquierda Unida buscando desesperadamente a la gente de izquierda. Y, finalmente, UPyD amalgamando perfiles de candidatos dispares en torno a una idea de regeneración.
Sin lugar a dudas, dentro de la clave elecciones generales en la que se está desarrollando esta campaña, el empleo, es uno de los temas estrella. Todas las formaciones, todos los candidatos recurrirán a él de algún u otro modo, con escaso rigor habitualmente, con demagogia de manera generalizada. En cualquier caso, los candidatos repartirán promesas sabiendo que los electores no les creen aunque les voten
También, de forma lamentable se utilizará cualquier asunto que contribuya a la estrategia final, con independencia de los asuntos locales y autonómicos.
De este modo, el Partido Popular no tendrá pudor en utilizar el terrorismo y otros asuntos de carácter general en sus mensajes y discursos, como si se tratara de la etapa final de la campaña de las elecciones generales de 2012. Quizás este estilo de campaña desvele que, para esta formación, todo vale con tal de alcanzar sus objetivos políticos, desvirtuando el sentido de la cita electoral: que los ciudadanos conozcan y estén en condiciones de elegir las candidaturas que propongan las políticas y medidas que les resulten más convenientes a sus pueblos, sus ciudades y sus comunidades.
La estrategia de la campaña es ese y, finalmente, los principales partidos se ajustarán al mismo guión.